El confinamiento forzoso al que nos hemos visto, producto de las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia de Covid-19 ha producido no sólo cambios en las conductas sociales -en todo el mundo-, sino que también un cambio en cómo percibimos nuestro ambiente acústico doméstico- ambiental y un consecuente renovado juicio respecto a la calidad acústica de nuestras viviendas y entornos laborales.
Todos hemos podido experimentar dos fenómenos acústicos bien notorios. Por una parte las restricciones de movilidad aplicadas en todas las grandes urbes del mundo –en una mayor o menor dimensión- tuvieron como resultado inmediato una reducción de los niveles de contaminación acústica. Ello debido a que el ruido de tráfico vehicular es la principal fuente de contaminación acústica urbana en todo el mundo. Y respecto a los ambientes intradomiciliarios se ha registrado una creciente preocupación por la contaminación acústica producida inter e intra viviendas. Ello revela una correlación inversa: por una parte –al bajar el nivel de ruido exterior- se reduce el umbral de molestia para los residentes y eleva con ello la frecuencia de molestias por ruido; revelando con ello la débil protección acústica de la envolvente (fachadas) de las viviendas. Cabe señalar que las regulaciones constructivas obligatorias para Chile no consideran una exigencia de aislamiento acústico mínimo para la envolvente de una vivienda (como sí es el caso de la normativa térmica).
En razón a lo anteriormente expuesto que se requiere de profesionales especializados en construcción y acústica que permitan una comunicación más fluida entre estos dos mundos para dotar a la sociedad post pandemia un mejor ambiente para enfrentar los nuevos y complejos desafíos que aguardan a la Sociedad del futuro. ¡Que ya llegó!
Jaime Delannoy Arriagada, Dr. Ing.